El estrés es una reacción natural de los seres vivos como un mecanismo
de defensa a situaciones de peligro, el cual libera adrenalina agudizando los
sentidos, el ritmo cardiaco y los músculos se activan, para un escape o defensa
del mismo. Pero hay un estrés social que sobre carga nuestro organismo, afecta
nuestra vida diaria y nos debilita poco a poco causándonos enfermedades.
Las
causas por las que una persona puede desarrollar estrés son diversas. Aunque
ciertos sucesos vitales que afectan a la familia o el entorno social en que uno
vive puede ser causa del estrés, sin duda el factor más habitual es la presión
en el ámbito laboral. Esta situación generalmente está provocada por unas
condiciones de trabajo y formas de organización que responden más a procesos
tecnológicos y criterios productivos que a las capacidades, necesidades y
expectativas del individuo.
Aún así, es bastante habitual que un mismo entorno laboral genere distintas respuestas en los individuos. Esto indica claramente que los factores externos son tan sólo un elemento (en ocasiones determinante, en otras secundario) en el desarrollo del estrés en una persona. Más bien, su desarrollo está condicionado por la capacidad de cada uno para hacer frente a situaciones estresantes, en las que tienen especial importancia sus características particulares, como la personalidad, las estrategias que adopta y el apoyo social con el que cuenta.
Aún así, es bastante habitual que un mismo entorno laboral genere distintas respuestas en los individuos. Esto indica claramente que los factores externos son tan sólo un elemento (en ocasiones determinante, en otras secundario) en el desarrollo del estrés en una persona. Más bien, su desarrollo está condicionado por la capacidad de cada uno para hacer frente a situaciones estresantes, en las que tienen especial importancia sus características particulares, como la personalidad, las estrategias que adopta y el apoyo social con el que cuenta.
La ansiedad y el estrés no afectan sólo a los adultos.
También acechan a los más pequeños de la casa.
De
hecho, los niños tienen ahora 50 veces más probabilidades de padecer estas
enfermedades que hace 15 años, según los últimos estudios. El grado de
incidencia del estrés en el entorno infantil oscila entre el 9% y el 21%,
indica Francisco Miguel Tobal, profesor de Medicina de la Universidad
Complutense de Madrid, que ha realizado un estudio sobre esta cuestión.
El
precio de la vida moderna. Padres angustiados por la inseguridad laboral o un
ritmo de vida competitivo; discusiones violentas en presencia del pequeño;
ambientes ruidosos, muy calurosos o fríos; el hambre, el cólico del lactante o
incluso unos pañales húmedos son algunos de los desencadenantes del estrés
infantil. Una situación de estrés prolongada puede provocar trastornos físicos
y alteraciones mentales; por ejemplo, una disminución de la memoria.
El
estrés aparece cuando el medio ambiente exige un esfuerzo de adaptación
excesivo por parte del organismo. Cuando una persona está en tensión o siente
un peligro, se disparan los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Las
niñas lo exteriorizan sobre todo con ansiedad, y los niños, con agresividad,
explica María Jesús Mardomingo, responsable de psiquiatría infantil del
hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Los
pequeños son auténticas esponjas que absorben todo lo que sucede a su alrededor
y sufren por ello, en especial cuando saltan chispas entre sus progenitores.
Una
persona adulta puede manejar una situación estresante. Un bebé, no.
Su
cerebro aún no está suficientemente desarrollado. Tampoco tienen noción del
tiempo. Es por eso que “cuando uno de los cuidadores sale del dormitorio, el
crío piensa que nunca regresará, lo que le provoca ansiedad y temor”, dice
Francisco Miguel Tobar.
Las
madres gestantes también deben tener cuidado. El estrés no sólo les perjudica a
ellas, sino también al feto.
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