viernes, 18 de julio de 2014

Memorias De Nuestros Pueblos : Tinaquillo La Iglesia Vieja

Saludos, Hoy en memorias de nuestros pueblos, seguimos en Tinaquillo recordando Nuestras historias gracias a el libro CRÓNICAS DEL TINAQUILLO DE AYER del Doctor  José Ramón López Gómez.


La Iglesia Vieja.
  Como todas esas iglesias viejas de pueblo, aquella tenía su campanario, que más se parecía a un palomar que a lo que pretendía ser. Sus paredes eran de gruesa mampostería y calicanto con una arcada románica en el frontis, y anchos portones de maderos crujientes. Solo tenía dos naves, separadas por arcos romanos  y sus bancadas de caoba  en el centro y al  fondo de la nave principal, un modesto altar cubierto de manteles, bordados por manos piadosas del pueblo. No existía retablo bruñido de oro, como en otras ricas iglesias, construidas durante la colonia; solo un nicho central, que alojaba la imagen de la patrona del pueblo, la Virgen del perpetuo socorro , quien sostenía un niño gordito y casi etéreo, porque no estaba propiamente  en la mano, sino cosido al manto de la Virgen. Sentimos gran veneración, por aquella imagen de cara melancólica. Un día, de preparativos para las conmemoraciones de sus festividades  y mientras la bajaban de su nicho, para ponerle un manto nuevo, descubrimos con horror infantil, que aquella imagen era hueca  por dentro, un armazón de madera que sostenía una cabeza de yeso y unos brazos enjutos.

   En la otra nave y al fondo de un nicho había un Corazón  de Jesús traído de España, con risueña cara de Caballero Castellano y en cuyo altar se encontraba en permanente vela el Sagrario del Santísimo, antes quien nos arrodillábamos  cada vez que pasábamos enfrente.
  En las paredes  laterales, habían más nichos  e imágenes; recordamos en especial  a san Antonio, con la cabeza rapada  y el habito  franciscano; a San José  con su ramo  de palma y la Virgen del Carmen con dulce mirada redentora.

  Hacia la calle que daba al Oeste  y detrás del campanario, se alza la hermosa gruta, que el padre Sucre, había hecho construir con la ayuda de toda la feligresía.
La vieja Iglesia, era el centro de la vida espiritual  del pueblo y todos sentíamos especial cariño por aquella  sencilla estructura  donde habían sucedido  tantos gratos acontecimientos. Pero un buen día a alguien se le ocurrió demolerla aquella reliquia, “porque había  iglesia nueva”.

   Hoy la colectividad  responsabiliza al padre Eleazar Aguilar, de haber  permitido la demolición de la iglesia vieja que a su recuerdo histórico  más que a sus líneas arquitectónicas, sumaba el hecho de ser la tumba de sacerdotes y personas eméritas del pueblo.

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