viernes, 12 de septiembre de 2014

Memorias De Nuestros Pueblos: La Plaza De Las Rejas De Hierro

   
 Era un sitio para el solaz y el descanso; por las tardes, las mujeres del pueblo llevaban sus niños a pasear, por entre los altos y frondosos árboles, cedros y caobas, plantados por un diligente gobernante, en las últimas décadas del siglo pasado.
 La plaza estaba protegida por una alta reja de hierro, pintada de azul y sus agudas puntas, nos hacía recordar las lanzas de los llaneros de Páez,  cuando en desfile escolar, íbamos a conmemorar, alguna fiesta patria, ante el modesto busto del Libertador que centraba en la plaza. Estaba dividida, por cuarteles que delimitaban otras tantas avenidas de cemento con muchas grietas y que formaban una estrella, cuyo centro lo conformaba el busto con su pedestal. 
Era obligación de las familias más pudientes del pueblo en especial de las que circundaban la plaza mantener cada una su cuartel; donde se sembraban: rosales, conejas, te de hojas amarillas y verdes, jazmines y cotos.
 Por las noches era necesario cerrar las rejas de las puertas para evitar que los burros olas vacas que deambulaban por las solitarias calles  se metieran  en la plaza y pudieran destrozar las plantas. Al  Oeste una de las calles laterales, la Casa  de Gobierno, con sus altos  ventanales  y su ancho portón de crujientes goznes, completaba la  bucólica pincelada de la Plaza de las Rejas de Hierro.   

Tomado del libro Cronicas del Tinaquillo de ayer De Jose Ramon Lopez Gomez 

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