El Secretariado Nacional de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), emitió un comunicado
de apoyo a la Revolución Bolivariana, fechado en La Habana, Cuba, este domingo
13 de diciembre de 2015, según se lee en el portal http://www.pazfarc-ep.org/.
La nota, elaborada a propósito de los resultados electores
parlamentarios del 6 de diciembre, destaca que en este momento “los hijos de
Simón Bolívar, los hijos de Chávez, el pueblo que a pie llevó libertad a gran
parte de la América del Sur, requiere del apoyo cerrado de todos sus hermanos
latinoamericanos y caribeños”, en lugar de practicar canibalismo político
“contra la Revolución Bolivariana desde variados matices de la izquierda,
confundidos o enajenados repentinamente por la avalancha propagandista,
mediática e ideológica del gran capital transnacional”.
El análisis destaca que el “triunfo de la coalición temporal
de la derecha”, fue producto del apoyo
“con todo furor desde Washington, Londres y Madrid, y de manera un tanto
disimulada desde Colombia y los países latinoamericanos en que gobierna la
reacción continental”.
Venezuela requiere solidaridad en lugar de canibalismo
El resultado electoral del 6 de diciembre en Venezuela, a todas luces
desfavorable al PSUV y a la revolución bolivariana, ha dado para que todo el
mundo opine acerca de la situación que se presenta en el país hermano.
Lo primero que cabría señalar es que a la par del triunfo de la
coalición temporal de la derecha, apoyada con todo furor desde Washington,
Londres y Madrid, y de manera un tanto disimulada desde Colombia y los países
latinoamericanos en que gobierna la reacción continental, también parece
haberse producido un triunfo de la ideología neoliberal transnacional. De
repente se ha puesto de moda irse lanza en ristre contra la obra de Hugo Chávez
Frías, achacar la derrota a los fracasos económicos, sociales y políticos de la
revolución, considerar como incapaces, ineptos y corruptos a los dirigentes del
proceso renovador venezolano, además de pontificar con suficiencia acerca de la
tímida posición adoptada contra el capital por el modelo socialista del país
vecino.
Es como si de un momento a otro el capitalismo, su voracidad
depredadora, el imperialismo y su histórica posición antidemocrática y
desestabilizadora se hubieran esfumado del panorama mundial y de la vida de los
pueblos de América Latina y el Caribe. Es como si en los últimos diecisiete
años y en la hora presente la acción revolucionaria, sus avances y desarrollos
no hubiesen encontrado más obstáculos que la negligencia y la descomposición de
las vanguardias democráticas. Es como si de un momento a otro se comprendiera
que se está cerrando el ciclo durante el cual los revolucionarios lo tuvieron
todo fácil sin haberlo aprovechado, y por tanto no cabe más sino reprocharles
su incapacidad e incompetencia.
Hay que advertirlo a tiempo e imprimir una rectificación clasista al
pensamiento. Lo que se está haciendo y diciendo contra la revolución
bolivariana desde variados matices de la izquierda, confundidos o enajenados
repentinamente por la avalancha propagandista, mediática e ideológica del gran
capital transnacional, constituye ni más ni menos que el más irresponsable acto
de canibalismo político. Ni este ni ningún otro es momento para emprender en
gavilla un ataque demoledor contra la revolución, amenazada ya seriamente por
el imperialismo y la oligarquía venezolana. Eso de caerle al caído para acabar
de despedazarlo no tiene nada de revolucionario y por el contrario sirve a los
intereses de la derecha internacional.
Que los voceros del orden capitalista mundial estén de fiesta y
preparando desde ya su embestida final es comprensible. Se trata de la misma
clase que no tuvo piedad con los comuneros de París en 1871, ni contra ninguno
de los movimientos democráticos y de avanzada organizados por los trabajadores
desde entonces en los más diversos países. Pero que los voceros del movimiento
democrático y popular, revolucionario, progresista o de avanzada estén dando la
espalda al pueblo de Venezuela, alegando los mismos contenidos de la propaganda
imperialista, eso sí que resulta equivocado, incomprensible y vergonzoso.
Los hijos de Simón Bolívar, los hijos de Chávez, el pueblo que a pie
llevó libertad a gran parte de la América del Sur, requiere del apoyo cerrado
de todos sus hermanos latinoamericanos y caribeños. No fue sino que Chávez
ganara las elecciones en 1998 para que de inmediato se pusiera en movimiento el
engranaje para impedirle gobernar, para evitar a toda costa la implementación
de las transformaciones que anunciaba. Y son casi dos décadas continuas de
sabotaje en todas las formas. Corrupción, cooptación, traición, golpe de Estado,
golpe petrolero, ataques a la infraestructura, protestas internas financiadas
desde fuera, acciones desestabilizadoras, guerra económica, guerra mediática,
guerra ideológica, maniobras electorales. Negar la realidad de esos ataques o
desconocer sus efectos corrosivos constituye un acto de imperdonable ceguera.
Y lo que es peor, borrar de un plumazo la obra liberadora, las
conquistas democráticas alcanzadas, las igualdades étnicas y de género, las
innumerables conquistas sociales, la elevación general del nivel de vida de la
población más necesitada, el millón de viviendas construidas y entregadas, los
visibles desarrollos en salud y educación, la invalorable labor cultural,
ideológica y política, la soberanía alcanzada, la integración continental, la
solidaridad y el respeto internacional obtenidos por todos nuestros pueblos,
entre otras tantas acciones reales de la revolución bolivariana, para
reemplazarlas por palabras fáciles como ineficiencia, corrupción y caos,
echadas a rodar de manera masiva por las cadenas y redes internacionales al
servicio de la explotación y opresión mundial, constituye la demostración más
palpable de cuánto terreno se ha perdido en el campo de la batalla ideológica
contra el capital y sus políticas totalitarias.
Ninguna obra humana es perfecta ni está completamente terminada. La
revolución también es un proceso en construcción, en el que se cometen errores,
se producen desviaciones y fallan en consecuencia los resultados esperados.
Cuando la intención de la crítica es sana y constructiva, cuando el interés es
el de perfeccionar y no destruir, con seguridad que pueden corregirse a tiempo
y de manera positiva las deficiencias. Pero otra cosa muy distinta ocurre
cuando deliberada o neciamente se engrandecen estas últimas, cuando se las
convierte en el todo, cuando se sacan a relucir en los peores momentos sólo
para debilitar y echar abajo el sueño de un pueblo. Esta última actitud merece
la más abierta condena. Y debe rectificarse con urgencia.
Lo que resulta verdaderamente innegable es que hay en curso una
arremetida brutal del imperialismo depredador en todo el planeta, acompañada de
una campaña de dominación ideológica sin antecedentes, y del más espantoso
despliegue militar y terrorista. Es esa avalancha que amenaza la humanidad
entera y que asesina y somete pueblos inermes del modo más salvaje, la que debe
ser blanco de todos los ataques, críticas y denuncias permanentes por parte de
los movimientos políticos y sociales de avanzada. Es contra ella que deben
movilizarse los pueblos, como lo han hecho valiente y heroicamente los
revolucionarios venezolanos durante las dos últimas décadas. Ellos, en su
sabiduría democrática, encontrarán el modo de superar sus dificultades
actuales, para lo cual requieren de nuestra solidaridad y comprensión. Estamos
acompañándolos, hasta la victoria final.
La Habana, 13 de diciembre de 2015
Por el Secretariado Nacional de Las FARC-EP
Timoleón Jiménez
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