Eran pocos los habitantes del olvidado
caserío llamado Platanal, y menos aún eran sus riquezas. Dedicados al campo, su
gran placer consistía en escuchar cuentos y coplas del anciano del lugar. En
una noche de luna llena, mientras la brisa arropaba los árboles y las sombras
se hacían más largas, apareció, ante ellos, un hombre de pequeña estatura, ojos
profundos y piel canela, para colmo vestido de negro, tras él una mula portando
pesados sacos de fardo, llamando la atención de aquellos campesinos que lo
miraban recelosos, ya que nunca antes lo habían visto por aquellos lugares.
Él visitante se les acercó y con voz
ensayada de sacerdote les dijo:
Sorprendidos por su labia, uno de los
parceleros del señor Luis, le pregunta:
– ¿Qué le trae, por aquí? Se ve que
viene de lejos.
–Me llamo Juan Camacho, y soy un
faculto curandero. Mi maestro es un famoso mago allá en el lejano Egipto. En
las otras tierras del Llano me conocen como Juan Mayordomo, porque a las
enfermedades mayores yo las someto con mis recetas facultas, pero pasé de
retirada, con rumbo hacía Guárico.
Pedro, el jefe de los parceleros de
allí, vio en ese recién llegado una oportunidad de hacer dinero. Con voz de
hombre admirado le dice:
–Quédese por acá. Yo le ofrezco unas de
mis gallinas.
Luego, Luis, hermano de Pedro,
presintiendo la jugada por venir, le dice:
–Sí quédese. Yo le ofrezco una vaca,
para sobreviva mientras se acomoda; que con la pura leche saca el queso y la
cuajada. Después nos pagará.
Y de esta manera el faculto curandero
pactó su permanencia en ese caserío. Otro, de los inocentes sembradores, sí
dijo con honestidad:
–Gracias a Dios, porque en este caserío
no hay nadie quien cure las enfermedades de la gente.
Enseguida, el señor Luis mandó a que le
alojaran en una de sus casas que estaba vacía y el señor Pedro le encargó a una
señora su alimentación. Al día siguiente se corre la voz de que ha llegado
quien cure las enfermedades. Pero, allí pocos imaginaban era que ese hombre
sólo era faculto para engañar, para ganar dinero con el sudor de los otros.
Juan Camacho, aplicó la única fórmula que conocía: pagarle a varios campesinos
arruinados, para que dijeran que él les había curado cuanta molestia tenían.
A la semana ya contaba con los
pacientes necesarios para montar su propio consultorio dedicado a “San Juan”.
La gente venía de otros caseríos e incluso pueblos. Platanal, casi de un día
para otro, se convirtió en un sitio próspero como lo previeron el señor Luis y
el señor Pedro. Los pobladores sólo se ocupaban de tener provecho de los
visitantes. Todo marchaba rápidamente bueno como nunca se había visto en el
Llano. Entre aquellos aquejados llegó al consultorio una hermosa mujer morena,
una viuda, llamada Petra, aquejada de fuertes dolores. Le acompañaba, Mariela,
su única hija, de apenas veinte años.
Con agilidad, Camacho, le da una pócima
preparada con ramas de morichal, llantén y brusca, aparte de muchas otras
hierbas que desconocía. Manoseando el cuerpo de Petra, empezó a orarle así:
-San Marcos de León, el que amansó a la
Draga y al Dragón: Amánsale el dolor a esta mujer, como Jesucristo amansó a
Pilatos contra la cruz.
Aunque Juan pretendía a la mujer y
quiso curarla, al no saber de remedios la mató. La noticia fue impactante.
Juan, entonces, ideó que sus fieles sirvientes corrieran la voz de que aquella
muerte fue cosa del destino. Tanto lo repitieron que nadie dudaba de aquella
mentira. Al tiempo, llegó la hora de festejar los días lluviosos de “San Juan
Bautista”, las fiestas de aquel caserío engrandecido. Todo lo malo se olvidaba
con la música del campo, los bailes, las terneras abundantes y las sonrisas.
Sin embargo, no dejaba de llover. Esas
copiosas lluvias dejaban muchas enfermedades, por lo que la gente empezó acudir
cada vez con más frecuencia al consultorio para suplicarle su ayuda contra una
peste que los azotaba. Juan Camacho se queda pensativo y luego les dice:
-No se preocupen. Yo tengo el
medicamento indicado para evitar este mal; pasen mañana al amanecer.
Y así sucedió, al día siguiente todos
se presentaron donde Juan Camacho y se llevaron las bebidas a sus casas, se las
tomaron y rápidamente les causó la muerte. En aquella desolación sólo
sobrevivió, la hija de aquella mujer viuda llamada Petra, que murió antes de la
supuesta peste. Ella sobrevivió por varios meses entre los matorrales,
vigilando todo lo que hacía Juan Camacho, para saber cual fue la causa de la
muerte de su madre y para aprender las artes negras de la magia y así vengarse
del falso brujo.
Camacho, pensó que había quedado
solitario en Platanal, apoderándose de las tierras, las casas y los demás
bienes de los muertos. Pero la lluvia no cesaba. A los seis meses, un día
miércoles en la mañana cae una fuerte lluvia final, con truenos horribles y una
brisa que demolía lo que encontraba a su paso. Esa misma noche, le ocurrió una
terrible aparición al “Brujo Juan Camacho” era un hombre sin cabeza,
diciéndole:
–Pagarás por todo el mal que le has
hecho a esa gente.
Y, de esa manera, el falso “Brujo Juan
Camacho” muere de la impresión.
Luego de lo ocurrido, por fin escampó.
Mariela, la hija de la asesinada Petra, satisfecha con su venganza, sale del
caserío. Llegó a un pueblo llamado San Bernardino, contando aquella trágica
historia. Fue lo único que quedó de un caserío llamado “Platanal”, que ahora se
pierde en el olvido.
Nota: Co-autoras: Evelyn Maholy Ceballos
Pérez, reside en Tinaco, donde nace, el 10 de marzo de 1985. Nailet
Teresa Franco Silva, reside en El Pao, donde nace el 8 de septiembre
de 1988. Ircris Dalila Tovar López, nació en Tinaquillo el 26
de diciembre de 1989 y reside en El Pao. Naileth Norimar Rodríguez
Molina, nació en Tinaco, el 11 de diciembre de 1988, reside en
Tinaquillo. Carmen Julia Álvarez, nació en Maracay, Aragua, el
24 de julio de 1980, reside en San Carlos.
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