Una noche
en que se celebraban las fiestas de San Pedro, Patrón de La Sierra, Máximo Palencia,
respetado en la comunidad por ser el mayor hacendado, político, y entre otras
cosas, mujeriego, luego de venir del torneo de bolas criollas, camino a su
casa, se encuentra con una mujer excesivamente bella, elegante y con el tono de
voz más excitante que pudo haber escuchado.
¬– ¿Puedo
saber qué hace un señor, como usted, tan sólo y por estos lados?
¬–Iba
rumbo a mi casa, pero ahora creo que iré hasta donde usted me diga ¿Usted a
dónde va?
¬–Voy para
las fiestas del pueblo. Quiero bailar hasta las 4:00 de la mañana, pero me da
miedo pasar por el Salto del Diablo, por lo que dicen de allí.
¬–
Tranquila, que si usted me lo permite yo la llevo. Vengo de allá, las fiestas
prometían estar muy buenas, pero yo estaba solo. Ah y con lo que dicen de allí:
¡No hay espanto que pueda con Máximo Palencia! Y la muerta que sale ahí, esa lo
que quiere es un hombre como yo, ojalá me salga pa´ que vea lo que es bueno.
Luego de
esta conversación decidieron ir a la fiesta. Al llegar al pueblo, todos veían a
don Máximo acompañado de tan bella mujer, enseguida comenzaron a murmurar.
-¡Caramba!
¿Ya vieron a don Máximo?
Mira chica
¡zorro viejo no pierde sus mañas!
Entre
risas y comentarios, don Pedro Linares, escucha la conversación y dice:
¬– Mi
compadre no sabe con quién se está metiendo… ¡Pobre hombre! Por mujeriego se
llevará su chasco. Yo que él, estaría con María que es su mujer…
Ya pasada
la madrugada de aquel viernes, después de muchos tragos de licor y baile, don
Máximo le pregunta a su acompañante:
¬– ¿Cómo
te llamas mi bella? Que, entre tantas cosas, no te lo había preguntado.
¬–Mi
nombre no importa ahorita, sólo ten esta rosa, que luego sabrás de mí.
En ese
momento don Máximo va a pedir un trago y cuando regresa ya no estaba, desapareció.
En su estado de ebriedad no le dio importancia. Se fue hasta su casa en Peña,
así se llamaba el lugar donde quedaba su hacienda y al llegar se encuentra con
su hermano Alejandro, quien le dice:
¬–
¡Hermano, de esta no te salvas! María te va a correr.
¬–Tranquilo,
quién dijo que María puede vivir sin mí… ¬¬
– ¿Hermano
y esa rosa, quién te la dio?
–Una mujer
que conocí hoy camino al pueblo, ¡bella y elegante! Y que es mi novia.
–Estas
mujeres están ahora románticas, porque a mí también me dieron una idéntica a la
tuya.
–La mía la
traigo escondida en la camisa. Mejor dame esa, para dársela a María.
Entre
risas Alejandro le da la rosa y le dice:
–Usted no
cambiará hermano.
–¡Jamás!
No ha nacido la abuela de la mujer que me cambie, de ser así no sería yo…
Al día
siguiente los hermanos siguen conversando sobre las recientes novias de cada
quien. Al caer la tarde, ambos decidieron ir juntos al pueblo a las peleas de
gallos y, para conocer, la “novia” de la que cada uno tanto hablaba. Al llegar
a la gallera, Alejandro se retira a buscar unos tragos, en ese momento llega la
mujer de la otra noche.
– ¿Cómo
estás, mi Máximo Palencia?
–Ahora que
te veo; muy bien, y anoche ¿Qué te hiciste, mujer?
–Solo me
fui, ya era muy tarde.
–Debiste
esperar que yo te llevara. Hoy no te vas sin mí. Venga pa´ darle un beso.
En ese
momento llega Alejandro al establo y ve a su hermano besando aquella mujer que
ayer había sido su novia, lleno de rabia y deseos porque esa mujer fuera solo
suya… Saca su arma, se acerca y apuntando por detrás a su hermano le dice:
– ¿Qué es
lo que pasa aquí? Hoy sí te fijaste mal, ella es mía.
– ¿Qué
pasa hermano? Ella es la mujer de quien te hable anoche y ¡es mía!
Ella al
ver que había provocado un enfrentamiento entre hermanos, les dice:
–Tranquilo,
Alejandro, yo soy la acompañante de tu hermano Máximo.
Alejandro
al escuchar esto, baja el arma y se va. Don Máximo, le dice a ella:
–Disculpe
la actitud de mi hermano, solo es un joven comenzando a vivir y seguro que al
verla tan bella le gustó… aunque me extraña su comportamiento.
– ¡Vivir,
hay personas que ni lo merecen! No te preocupes, yo entiendo.
Mientras
ellos se encariñaban, Alejandro estaba en el club del pueblo tomando y lleno de
odio, porque, para él, su hermano le había robado su novia. En ese momento
decidió ir a contarle a su cuñada María en las cosas que andaba su hermano.
Pedro Linares, que estaba tomando con él, le dice:
–Amigo, no
vaya. Mire que ya es de noche. Además usted sabe cómo es su hermano. Si se
entera, no quiero imaginarme de lo qué es capaz.
–Yo a él
no le tengo miedo, más bien que se atenga.
–Hablando
de eso, allá viene con esa mujer, amigo no se vaya, venga vamos a bailar con
Rosa y Petra, mire que Rosa tiene rato echándole el ojo.
Alejandro
ignora todo lo que le dice Linares y se va. La extraña mujer que ha causado
este problema, ve que Alejandro se aleja. Se despide de Máximo y sale al
encuentro de Alejandro. Lo toma de la mano y le dice:
–Disculpa
por lo que dije. Es que no quería que cometieras una locura.
– ¿Locura
yo? ¡Anda con mi hermano, ese no es tu acompañante de esta noche!
–Si estoy
aquí es porque quiero irme contigo. Le replica la extraña mujer.
Alejandro
pensando en la venganza en contra de su hermano, se la lleva con él.
Invitándola a su hacienda, pero ella le dice:
–Bueno, yo
voy contigo, pero vamos por los caminos de Berrenblén, salimos a la Bajada de
La Loca y así llegamos detrás de tu hacienda.
Alejandro
acepta y se van… Don Máximo intrigado al ver que su amada acompañante no está y
tampoco Alejandro decide irse, ya camino a su casa se encuentra a don Pedro
Linares, quien, después de saludarlo, le dice:
–Compadre,
si esta noche Alejandro no llega, mañana temprano búsqueme, porque para la
noche puede ser tarde.
– ¿Por qué
dice eso, compadre? Pregunta Máximo.
–Yo sólo
soy un hombre de saberes, me busca y que tenga una feliz noche.
–Bueno,
compadre, nos vemos. Saludos a mi comadre Julia y la bendición al ahijado. Le
dice Máximo, sigue camino a su casa y se va pensando en lo que su compadre le
había dicho. Al llegar despierta a María y le dice:
–Mujer,
¿Alejandro no ha llegado?
–No, yo no
lo he sentido llegar y déjame dormir.
–Es que me
tiene preocupado.
–De cuando
acá, Máximo, a usted le preocupa a la hora que llegue su hermano.
Máximo se
acuesta preocupado pensando en su hermano; al amanecer lo busca por toda la
hacienda y no está. Decide ir hasta donde su compadre Pedro Linares. Al llegar
a la casa de Pedro, lo encuentra sentado en una perezosa y le dice:
–Lo estaba
esperando compadre y disculpe que no le de los buenos días, porque sé que no lo
son para usted. Al oír esas palabras, Máximo le dice a Linares:
– Cónchale
compadre no me asuste más y dígame qué está pasando.
–Compadre
lo que está pasando es que Alejandro y usted se metieron con la mujer
incorrecta. Máximo insiste en preguntarle:
– ¿Cómo es
eso?
–Usted no
ha escuchado hablar que hace más de ochenta años había una mujer llamada Aleja
Flor que el día de su boda, el hombre que iba a ser su esposo se mató, cayó al
rió de los Chupones y ella al enterarse salió corriendo del pueblo con una rosa
roja en la mano y más nunca se supo de ella y que el último lugar donde la
vieron fue en la subida del Salto del Diablo y solo fue un semblante de ella.
–Compadre,
no me diga que esa es la mujer que sale ahí.
– Sí,
compadre. Ella, cada cierta cantidad de años, para las fiestas de San Pedro, se
lleva un cristiano en los cachos.
Don Máximo
preocupado y sin saber nada de Alejandro decide ir a buscarlo.
Don Pedro
le advierte:
–Compadre
vaya por los atajos a la hacienda, que los espantos siempre salen ahí.
Al rato,
Máximo encuentra a su hermano, por donde Linares le indicó. Desmayado, pálido y
sin fuerzas. Máximo, le pregunta al despertarle:
– ¿Qué te
pasa hermano? Alejandro, apenas abre los ojos le dice:
–Hermano
busca una rosa.
– ¿Qué es
eso? Déjate de cosas y mira cómo estás, ya te llevo a la casa, esa mujer es un
espanto, vámonos antes que llegue.
Súbitamente,
la extraña mujer aparece y les advierte a los dos hermanos:
–Pues, ya
es demasiado tarde, ya estoy aquí. Uno de ustedes me dará su vida.
Máximo, la
amonesta:
–Tú estás
loca, que Dios te reprenda y te de el descanso eterno.
Entre
risas le dice:
–Yo cada
año busco un hombre que me ame y me dé muchas rosas, pero nunca lo hacen así
que siempre tienen que morir.
–Además,
ya van a ser las 4:00 de la mañana y a esa hora murió mi Rodrigo, así que a tu
hermano me lo llevo.
–Si
alguien debe morir, a esa hora, seré yo. De inmediato la mujer espanto le
pregunta: – ¿Es tan grande tu amor de hermano? Máximo, le responde:
–Sólo
llévame y haz lo que tengas que hacer.
El lunes
en la mañana, María le comentaba a Julia, la esposa de Pedro Linares: –A Máximo
lo encontraron muerto, con el rostro desfigurado. Alejandro fue el que dijo que
ese era su hermano porque tenía una rosa roja y que murió por no saber amar a
una sola mujer; Aunque no entiendo mucho.
El viejo Pedro Linares, el día que
contó esa historia, la terminó así: –Mi compadre Máximo Palencia murió por
querer jugar con las mujeres y fue encontrado justamente en la subida del Salto
del Diablo. La muerta que sale allí, llamada Aleja Flor le complació el último
de sus deseos: salvar a su hermano menor. Alejandro, todas las madrugadas del
Día de San Pedro, a eso de las cuatro en punto, deja una rosa roja en el lugar
donde fue encontrado su hermano muerto. Y eso que Alejandro, hace años que
también murió.
Nota: Las
co-autoras son egresadas de la UNELLEZ-San Carlos: Mariflor León
Guillen: reside en San Carlos, Cojedes, donde nace, el 26 de enero de
1985. Maolys Carolina Pérez Padilla:. reside en Tinaquillo,
Cojedes, donde nace, el 6 de abril de 1989. María José Zapata Farfán: reside
en Tinaco, Cojedes, donde nace, el 4 de noviembre de 1988. Anyi Nerilú
Flores Torrealba: nació en Caracas, el 7 de marzo de 1988. Reside en
Apartadero, Cojedes. Fuente: narraciones orales dejadas por don Pedro
Linares, conocido cuentista popular de La Sierra de Cojedes, nacido el 25
de enero de 1923 y fallecido el 10 de febrero del año 2006.
Los relatos sobre las mujeres que, una vez muertas, se convierten en espantos vengadores inflexibles, mantiene una gran atracción en cualquier ámbito cultural. En la narrativa tradicional del Llano, ese prototipo de personajes, desencadena una tragedia directa a otros involucrados, generalmente, por causa del orgullo y la lujuria. Su perfil se adscribe al extenso conjunto de leyendas venezolanas centradas en la temible Sayona.
http://letrasllaneras.blogspot.com/
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