“Una noche de invierno, una noche más sin el Antonio que amo”. Se dijo
para sí, María, casi al mismo tiempo en que un trueno rompió sus pensamientos.
¡Ay! ¡Ay! Dios mió. Fue tan fuerte el grito de María, que el anciano, Justino,
el Rezandero, a una distancia de cincuenta metros la escuchó y con gran
ligereza corrió hacia ella.
_Muchacha, muchacha ¿qué te pasa?
María, le comenta que está muy nerviosa porque su marido, Antonio, de un
día para otro se ha trastornado por completo y la había vejado como nunca antes.
El anciano observó y abrazó a María dándole un poco de consuelo, y le dice:
_Algo le pasó a tu esposo porque nadie cambia de un día para otro, eso
es muy extraño. Quedándose pensativo, al rato le susurra: Llévame donde está
él.
Emprendieron camino hacia la casa donde estaba Antonio y luego de más de
una hora de camino al fin llegaron, el anciano se queda parado en la puerta de
aquella casa y le dice a María:
_Busca agua bendita, rápido por favor.
María obedeció inmediatamente. El pobre Antonio se encontraba tirado en
el piso con el cabello despeinado sobre el rostro, el solo verlo causaba
lastima. Parecía que habían pasado meses desde la ardua discusión y solo habían
transcurrido horas, todo fue tan pronto. Antonio estaba en un estado depresivo
parecía un despojo de humanidad.
Aquel anciano sacó un azabache de uno de los bolsillos del pantalón y
con el agua bendita comenzó a pronunciar oraciones. Pero, Antonio estaba fuera
de sí y sólo salían maldiciones de su boca, mientras les lanzaba todo lo que
hubiera a su paso, les preguntó:
_ ¿Quiénes son ustedes?
El anciano responde:
_Yo soy tu amigo Justino y ella es María, tu esposa.
Al ver que no les reconocía, Justino y María lo amarran para poder
continuar con las oraciones. La furia de Antonio fue creciendo; estaba poseído
por Satanás y su salvación era hacerle un exorcismo. María tuvo miedo y
recurrió a la ciencia, pero luego de muchos exámenes y tratamientos, se dio
cuenta que esa tampoco era la solución. Por su mente pasaron un sin fin de
ideas y hasta la más horrible de todas; cómo sería su vida sin Antonio. De solo
pensarlo se le erizó la piel y se dijo a ella misma: En mis manos está el
futuro de ese hombre el cual yo quiero y amo con todo el corazón, voy a luchar
para que vuelva hacer el mismo hombre alegre, trabajador, cariñoso y
humanitario con todo él mundo.
Comenzó María un recorrido por barrios y campos en busca de un sabio o
brujo que la ayudara a curar a Antonio y sacarlo de ese abismo en el cual se
hundía cada día más. Ya tenía nueve meses de lucha, cuando al fin consiguió el
consultorio de un faculto de nombre Cirilo. Cuando llegó con su marido
moribundo, tenía veintiséis personas por delante, pero ella no pierde la fe, y
esta vez las largas horas le parecieron minutos. Pasaba el tiempo, cuando se
abrió la puerta y el señor Cirilo le dice:
_Usted es la mujer que viene con el hombre que está moribundo. Yo lo sé,
me lo avisaron los espíritus. Tráigalo para acá.
Pasaron muy tranquilos, Antonio, María y los hermanos de ella que la
acompañaban por si le volvían las fuerzas a Antonio. El señor Cirilo enciende un
tabaco y dice:
_ Este cabo arde solo. Estás bien dañado, muchacho, tú mismo te
destruiste la vida, te quisiste meter a brujo sin conocer la hierba, pensaste
que esa era la manera de mejorar tu vida y te equivocaste. Mientras el señor
Cirilo hablaba, Antonio comenzó a temblar y a gritar, en eso María se asusto y
dice:
_ ¿Que pasa señor Cirilo? ¿Que le pasa a Antonio? Dígame por favor.
Con mucha calma y tranquilidad el señor Cirilo le contesta:
_Tranquila hija que él tiene que permanecer quieto, aquí no es la
primera vez que me visita Lucifer. Responde Cirilo muy sereno:
_Tengan calma, yo intentaré hacer lo posible, todo lo que este en mis
manos y mi conocimiento para salvarlo, si no es tarde y Satanás logra su tarea,
porque él le ofreció su alma, y por eso es, prácticamente, un muerto en vida.
Se terminó el tabaco al señor Cirilo, lo lanza hacia arriba y le indicó
que volvieran para continuar la curación, como a las seis de la tarde, traer
seis velas negras y seis plumas de gavilán, y que Antonio venga vestido de
rojo. María asintió con la cabeza.
Amanece y comienza María es presa de la angustia. A la hora indicada
estaban en casa del señor Cirilo. Entraron y se sentaron, pero cual fue la
sorpresa de Antonio que en el altar estaba un muñeco de yeso grandísimo, este
lo ve y retrocede dos pasos comenzó a gritar, aullar como un perro, se sacudía
y a pesar de su desvalimiento tenia una fuerza tremenda, estaba como poseído,
el señor Cirilo le pasaba ramas por todo el cuerpo y le gritaba fuerte:
_Fuera de ese cuerpo que no te pertenece, esa es un alma de Dios y tú,
demonio, lo sabes. Fuera, fuera.
Pero todo fue peor y era sólo el principio. Cuando, Antonio, escuchó las
palabras del señor Cirilo, comenzó a desgarrarse la piel y los ojos se le
llenaron de sangre. Ya Antonio no era el mismo, ni de cuerpo ni de alma, estaba
totalmente poseído. Lo que estaba sucediendo esa noche en esa casa era
realmente sorprendente, los gritos eran como un ciclón que los envolvía a todos
y los inquietaba. María sentía ganas de abrazarlo y decirle cosas bonitas, pero
los gritos la estremecían y no podía acercarse a él. De pronto, Antonio,
comenzó a gritar:
_ ¡Maldito! ¡Maldito! no podrás conmigo, ni que quieras saldré de este
cuerpo, por que ya me pertenece. Le replica el señor Cirilo:
_Que las siete maravillas del mundo, las sagradas escrituras del
Todopoderoso puedan más que las maldades que arropan el cuerpo y el alma de
este cristiano. Encendió las seis velas negras y quemando las plumas de gavilán
logra calmar por un momento aquella criatura, quedando todo en un largo y profundo
silencio. En ese momento le volvieron las esperanzas a María aunque temblaba de
pánico por todo lo que presenciaba. El señor Cirilo se retiró por un instante
del altar. Con sus manos, llenas de un ungüento de fuerte olor, frotó a Antonio
por todo el cuerpo. Salió al patio, tomó un poco de aire y regreso de nuevo al
altar y les dijo:
_Todo fue inútil, ya este hombre está muerto, es demasiado tarde.
Tenemos que admitir que Satanás esta vez ganó y se salió con la suya, ya no hay
nada que hacer. Todos nuestros esfuerzos fueron en vano.
Regresaron a la casa, después del funeral de Antonio. María estaba
totalmente desconsolada, no lograba concebir el sueño. Lo único que le pasaba
por la mente era que su gran amor había muerto, en eso decide consolarse con
unas de las pertenencias de Antonio y consigue el diario de Antonio, comienza a
leerlo. En una de sus páginas decía:
Perdóname, por este pecado, en algún momento vas a sufrir y todo será mi
culpa por que en un tiempo de ambición me deje llevar por unos charlatanes que
me envolvieron como un niño y le vendí mi alma al Diablo. En algún momento él
vendrá por mí, nunca me sentí capaz de decírtelo, de solo pensar que sufrirías
demasiado, pero solo quiero que sepas algo, María, que siempre te ame y fuiste
mi gran amor.
Antonio
Esto causó gran impresión a María, quien casi enloquece, ella se dijo:
Esto que estoy leyendo no puede ser verdad, Dios esto no, mi gran amor. El
hombre al que le dediqué tanta vida, me engañó. Preparó todo y nunca fue capaz
de afrontarlo y sincerarse conmigo. Fue tanto el dolor que María cayó inerte al
piso, y al caer, el diario salió como disparado de sus manos, derribando una
vela que terminó por encender aquella casa, consumiéndolo todo en llamas. Solo
Antonio y María supieron esta trágica verdad y se la llevaron a la tumba.
Nota: Los tres co-autores son egresados de la UNELLEZ y nacen en San Carlos: Rosalba Angelina Blanco Mena (27 de agosto de 1973), reside en Las Vegas. Maira Yelitza Lozada Guerra (31 de mayo de 1977), reside en Los Colorados, San Carlos. Jaime Luis Vásquez Sequera (22 de julio de 1977), también reside en Las Vegas. Recibieron asesoría de: Alicia Barberi de Romero, nacida en Caripito, Monagas, el 2 de febrero de 1957, Profesora de Castellano y Literatura, Magíster en Lectura y Escritura de la Universidad de Carabobo. Reside en San Carlos. Mirla Arrevilla, cojedeña nacida el 3 de mayo de 1967. Licenciada en Educación Integral. Reside en Mata Abdón, municipio Rómulo Gallegos.
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