viernes, 14 de noviembre de 2014

Memorias De Nuestros Pueblos: El Hombre Que Le Vendió El Alma Al Diablo

“Una noche de invierno, una noche más sin el Antonio que amo”. Se dijo para sí, María, casi al mismo tiempo en que un trueno rompió sus pensamientos. ¡Ay! ¡Ay! Dios mió. Fue tan fuerte el grito de María, que el anciano, Justino, el Rezandero, a una distancia de cincuenta metros la escuchó y con gran ligereza corrió hacia ella.
_Muchacha, muchacha ¿qué te pasa?
María, le comenta que está muy nerviosa porque su marido, Antonio, de un día para otro se ha trastornado por completo y la había vejado como nunca antes.
El anciano observó y abrazó a María dándole un poco de consuelo, y le dice:
_Algo le pasó a tu esposo porque nadie cambia de un día para otro, eso es muy extraño. Quedándose pensativo, al rato le susurra: Llévame donde está él.
Emprendieron camino hacia la casa donde estaba Antonio y luego de más de una hora de camino al fin llegaron, el anciano se queda parado en la puerta de aquella casa y le dice a María:
_Busca agua bendita, rápido por favor.
María obedeció inmediatamente. El pobre Antonio se encontraba tirado en el piso con el cabello despeinado sobre el rostro, el solo verlo causaba lastima. Parecía que habían pasado meses desde la ardua discusión y solo habían transcurrido horas, todo fue tan pronto. Antonio estaba en un estado depresivo parecía un despojo de humanidad.
Aquel anciano sacó un azabache de uno de los bolsillos del pantalón y con el agua bendita comenzó a pronunciar oraciones. Pero, Antonio estaba fuera de sí y sólo salían maldiciones de su boca, mientras les lanzaba todo lo que hubiera a su paso, les preguntó:
_ ¿Quiénes son ustedes?
El anciano responde:
_Yo soy tu amigo Justino y ella es María, tu esposa.
Al ver que no les reconocía, Justino y María lo amarran para poder continuar con las oraciones. La furia de Antonio fue creciendo; estaba poseído por Satanás y su salvación era hacerle un exorcismo. María tuvo miedo y recurrió a la ciencia, pero luego de muchos exámenes y tratamientos, se dio cuenta que esa tampoco era la solución. Por su mente pasaron un sin fin de ideas y hasta la más horrible de todas; cómo sería su vida sin Antonio. De solo pensarlo se le erizó la piel y se dijo a ella misma: En mis manos está el futuro de ese hombre el cual yo quiero y amo con todo el corazón, voy a luchar para que vuelva hacer el mismo hombre alegre, trabajador, cariñoso y humanitario con todo él mundo.
Comenzó María un recorrido por barrios y campos en busca de un sabio o brujo que la ayudara a curar a Antonio y sacarlo de ese abismo en el cual se hundía cada día más. Ya tenía nueve meses de lucha, cuando al fin consiguió el consultorio de un faculto de nombre Cirilo. Cuando llegó con su marido moribundo, tenía veintiséis personas por delante, pero ella no pierde la fe, y esta vez las largas horas le parecieron minutos. Pasaba el tiempo, cuando se abrió la puerta y el señor Cirilo le dice: 
_Usted es la mujer que viene con el hombre que está moribundo. Yo lo sé, me lo avisaron los espíritus. Tráigalo para acá.
Pasaron muy tranquilos, Antonio, María y los hermanos de ella que la acompañaban por si le volvían las fuerzas a Antonio. El señor Cirilo enciende un tabaco y dice:
_ Este cabo arde solo. Estás bien dañado, muchacho, tú mismo te destruiste la vida, te quisiste meter a brujo sin conocer la hierba, pensaste que esa era la manera de mejorar tu vida y te equivocaste. Mientras el señor Cirilo hablaba, Antonio comenzó a temblar y a gritar, en eso María se asusto y dice:
_ ¿Que pasa señor Cirilo? ¿Que le pasa a Antonio? Dígame por favor.
Con mucha calma y tranquilidad el señor Cirilo le contesta:
_Tranquila hija que él tiene que permanecer quieto, aquí no es la primera vez que me visita Lucifer. Responde Cirilo muy sereno:
_Tengan calma, yo intentaré hacer lo posible, todo lo que este en mis manos y mi conocimiento para salvarlo, si no es tarde y Satanás logra su tarea, porque él le ofreció su alma, y por eso es, prácticamente, un muerto en vida.
Se terminó el tabaco al señor Cirilo, lo lanza hacia arriba y le indicó que volvieran para continuar la curación, como a las seis de la tarde, traer seis velas negras y seis plumas de gavilán, y que Antonio venga vestido de rojo. María asintió con la cabeza.
Amanece y comienza María es presa de la angustia. A la hora indicada estaban en casa del señor Cirilo. Entraron y se sentaron, pero cual fue la sorpresa de Antonio que en el altar estaba un muñeco de yeso grandísimo, este lo ve y retrocede dos pasos comenzó a gritar, aullar como un perro, se sacudía y a pesar de su desvalimiento tenia una fuerza tremenda, estaba como poseído, el señor Cirilo le pasaba ramas por todo el cuerpo y le gritaba fuerte: 
_Fuera de ese cuerpo que no te pertenece, esa es un alma de Dios y tú, demonio, lo sabes. Fuera, fuera.
Pero todo fue peor y era sólo el principio. Cuando, Antonio, escuchó las palabras del señor Cirilo, comenzó a desgarrarse la piel y los ojos se le llenaron de sangre. Ya Antonio no era el mismo, ni de cuerpo ni de alma, estaba totalmente poseído. Lo que estaba sucediendo esa noche en esa casa era realmente sorprendente, los gritos eran como un ciclón que los envolvía a todos y los inquietaba. María sentía ganas de abrazarlo y decirle cosas bonitas, pero los gritos la estremecían y no podía acercarse a él. De pronto, Antonio, comenzó a gritar: 
_ ¡Maldito! ¡Maldito! no podrás conmigo, ni que quieras saldré de este cuerpo, por que ya me pertenece. Le replica el señor Cirilo:
_Que las siete maravillas del mundo, las sagradas escrituras del Todopoderoso puedan más que las maldades que arropan el cuerpo y el alma de este cristiano. Encendió las seis velas negras y quemando las plumas de gavilán logra calmar por un momento aquella criatura, quedando todo en un largo y profundo silencio. En ese momento le volvieron las esperanzas a María aunque temblaba de pánico por todo lo que presenciaba. El señor Cirilo se retiró por un instante del altar. Con sus manos, llenas de un ungüento de fuerte olor, frotó a Antonio por todo el cuerpo. Salió al patio, tomó un poco de aire y regreso de nuevo al altar y les dijo: 
_Todo fue inútil, ya este hombre está muerto, es demasiado tarde. Tenemos que admitir que Satanás esta vez ganó y se salió con la suya, ya no hay nada que hacer. Todos nuestros esfuerzos fueron en vano.
Regresaron a la casa, después del funeral de Antonio. María estaba totalmente desconsolada, no lograba concebir el sueño. Lo único que le pasaba por la mente era que su gran amor había muerto, en eso decide consolarse con unas de las pertenencias de Antonio y consigue el diario de Antonio, comienza a leerlo. En una de sus páginas decía:
Perdóname, por este pecado, en algún momento vas a sufrir y todo será mi culpa por que en un tiempo de ambición me deje llevar por unos charlatanes que me envolvieron como un niño y le vendí mi alma al Diablo. En algún momento él vendrá por mí, nunca me sentí capaz de decírtelo, de solo pensar que sufrirías demasiado, pero solo quiero que sepas algo, María, que siempre te ame y fuiste mi gran amor.
Antonio
Esto causó gran impresión a María, quien casi enloquece, ella se dijo: Esto que estoy leyendo no puede ser verdad, Dios esto no, mi gran amor. El hombre al que le dediqué tanta vida, me engañó. Preparó todo y nunca fue capaz de afrontarlo y sincerarse conmigo. Fue tanto el dolor que María cayó inerte al piso, y al caer, el diario salió como disparado de sus manos, derribando una vela que terminó por encender aquella casa, consumiéndolo todo en llamas. Solo Antonio y María supieron esta trágica verdad y se la llevaron a la tumba.


Nota: Los  tres co-autores son egresados de la UNELLEZ y nacen en San Carlos: Rosalba Angelina Blanco Mena (27 de agosto de 1973), reside en Las Vegas. Maira Yelitza Lozada Guerra (31 de mayo de 1977), reside en Los Colorados, San Carlos. Jaime Luis Vásquez Sequera (22 de julio de 1977), también reside en Las Vegas. Recibieron asesoría de: Alicia Barberi de Romero, nacida en Caripito, Monagas, el 2 de febrero de 1957, Profesora de Castellano y Literatura, Magíster en Lectura y Escritura de la Universidad de Carabobo. Reside en San Carlos. Mirla Arrevilla, cojedeña nacida el 3 de mayo de 1967. Licenciada en Educación Integral. Reside en Mata Abdón, municipio Rómulo Gallegos.

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