martes, 24 de noviembre de 2015

La Avenida De Eucaliptos

Dos largas hileras de hermosos y olorosos eucaliptos, eran la puerta de entrada al pueblo por el lado Este, en el camino que venía de Valencia. Una vez vadeado el rio, y al salir a la explanada del pueblo aparecían la graciosa avenida de 14 varas de ancho con sus recios y esbeltos árboles, el piso de la calzada era de granza roja y por la misma natural disposición del todo, aquella avenida tenía un encanto singular, mas allá de los eucaliptos, grandes matas de mango que exhibían sus amarillos frutos durante los meses de mayo y junio, merecures de verde y tupido follaje, algunas casas hechas de barro y palma, habitadas por modestos pobladores.

En un pequeño desnivel de terreno  existían algunos ojos de agua, manantiales por donde  manaba una cristalina agua que era utilizada por los vecinos para el consumo doméstico;  allí podíamos agacharnos  para sorber aquella cristalina linfa unos cuantos tragos, capaces de saciar  la sed después de correr entre los eucaliptos e inhalar su aroma en las  frescas  mañanas de paseo decembrino.


 En otro lugar de la misma avenida, solíamos  detenernos frente al túmulo erigido en recuerdo del héroe legendario del pueblo, General Matías Salazar, fusilado en aquel sitio por haberse levantado en armas contra el Gobierno de Guzmán. 
Un buen día, algún gobernante local decidió inmolar aquella hermosa estampa del pueblo, y los eucaliptos rodaron destrozados ante el hacha implacable. Había que construir una calzada amplia y cambiar la granza por el progreso del asfalto

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