Una de las historias de aparecidos, con entierros
incorporados, más originales que he oído en mi pueblo Tinaquillo, es la del
alma en pena que le aparecía a los que se aventuraban después de las diez de la
noche a pasar por “El Peñusco”, sitio poblado de mangos, jobos y otros árboles
que quedaba camino de San Ignacio. El aparecido ofrecía su tesoro, pero con la
condición de que fueran tres los que sacaran el entierro, uno de los cuales
moriría poco tiempo después de repartirse el dinero, asignándole este
indeseable puesto, al más ambicioso.
Esta condición impidió por mucho tiempo, de acuerdo a la leyenda, que sacaran a
esta ánima de pena; ya que nadie quería exponerse a
morir, para satisfacer las pretensiones del muerto. Algunos, valientemente, o
quizás por alguna necesidad, trataron de organizar el trío, pero nunca llegaron
más allá de un dúo.
Nicasio Lara, Andrés Durango y Juan Paredes, eran tres compadres muy unidos por
una afición común (echarse palos). Eran los tres, además, ambiciosos,
intrépidos, arriesgados y...de pocos recursos económicos. Una noche, entre la
euforia que dan los tragos, Nicasio, quizás en juego, quizás en serio,
propuso:
-Esta limpieza nos está estrechando cada vez más, por qué no vamos esta noche
hasta “El Peñusco” a ver si nos sale el muerto de tres uno.
Andrés y Juan respondieron enseguida: Eso es saliendo de una vez compadre, vamos
a ver quién se raja primero.
Compraron tres botellas de cocuy y como a las nueve de la noche salieron muy
alegres hacia El Peñusco. Serían como las once de la noche, cuando sentados en
la pata de la manga criminal, esperaban que apareciera el muerto. De repente
los ruidos de la noche cesaron, la brisa se paralizó, la luna se ocultó detrás
de una nube, la noche se hizo más oscura y apareció por el camino un hombre
vestido totalmente de blanco.
-Buenas noches amigos – saludó muy cortés. - ¿Vienen en busca del entierro? Ya
era hora de que aparecieran tres valientes, o acaso....tres ambiciosos.
.-Recuerden las condiciones, de tres uno. Éste me acompañará muy pronto,
después del reparto. Los otros dos... ¡A gozar de mis morocotas! -No tienen que
caminar mucho ni hacer tanta excavación; con escarbar donde están sentados
conseguirán el cajón. .-Recuerden pagar los gastos del entierro del primero de
los tres que muera y mandar a decir las misas. .-Hasta luego. Y el hombre
desapareció misteriosamente.
Los tres compadres no tuvieron tiempo ni de asustarse y al quedar de nuevo en
silencio se vieron las caras y comenzaron a excavar.
Como a las tres semanas murió Juan Paredes, presa de una terrible fiebre que no
pudieron curar médicos ni brujos. Los dos compadres, Nicacio y Andrés, se
portaron muy bien con los familiares del difunto y pagaron todos los gastos
mortuorios. Pasaron los años y los dos compadres prosperaron; buenos negocios,
buenos trabajos y mucha suerte.
Un día se reunieron los dos compadres y comentaron discretamente los hechos
ocurridos años antes. Nicacio comentó: - ¿Recuerda compadre Andrés que Juan nos
dijo antes de morir que nosotros dos moriríamos también de manera trágica?
Andrés murió de una extraña enfermedad. Se desangró totalmente por hemorragias
continuas. Nicacio se voló la cabeza de un disparo de escopeta.
¡De tres uno! ...... ¡De tres tres!
Nota: Estas narraciones fueron tomadas de
"Huellas de Tinaquillo" del desaparecido maestro Félix
Monsalve, texto editado por El perro y la rana en Caracas (2006)
No hay comentarios:
Publicar un comentario