jueves, 11 de febrero de 2016

Atrapados por el estrés: ¿Qué hacer para superarlo?

Un mal de nuestro tiempo es lo que todos conocemos como estrés. Y por cierto, hay mucha confusión sobre este término y no siempre se emplea de manera acertada. ¿Qué es en realidad? ¿Puede a veces ser bueno y otras veces malo?

Partiendo de la base de que cada uno de nosotros es una unidad que integra aspectos psíquicos, biológicos y sociales, diremos que el estrés es la respuesta generalizada de un organismo ante un estímulo que es vivenciado como alarmante. Dicha respuesta prepara al organismo para que lleve a cabo la acción adecuada, de manera rápida y con el fin de lograr cierta adaptación al medio. Sin embargo, como todos somos distintos, no reaccionaremos de igual forma ante el mismo estímulo.

Quien camina de noche por la ciudad y de repente es sorprendido por un grupo de maleantes que procura asaltarlo, obviamente vivirá una situación estresante. Ante el inminente peligro, se alterará el ritmo cardíaco y subirá la presión arterial, a la vez que el hipotálamo producirá más adrenalina y las glándulas suprarrenales liberarán mayor cantidad de cortisol. La situación de tensión emocional generará cambios a nivel fisiológico que nos dejarán listos para defendernos o huir. ¿Se puede pensar entonces que el estrés es malo? Claro que no. De hecho, resulta imprescindible para que podamos subsistir.


El problema reside en lo que ocurre cuando alguien está sujeto a una situación de estrés por un período prolongado. Es ahí cuando los cambios fisiológicos provocados dejan de auxiliarnos y empiezan a perjudicarnos. Estar expuestos durante largo tiempo a una situación de estrés es lo que puede derivar, más tarde, en una profunda depresión.

También hay quienes asocian, incluso, largos períodos de estrés con enfermedades cardiovasculares u oncológicas. Lo que es seguro es que nuestro organismo no está preparado para padecer estrés de manera constante. Y es esta forma de estrés prolongada, que deja de ser beneficiosa y se transforma en patológica, la que denominamos distrés.

Desde un punto de vista médico, suele recomendarse que quien padece distrés procure mejorar su alimentación, realizar ejercicio, descansar más... Pero dichas recomendaciones, aunque buenas, no son suficientes. 

Desde una mirada psicoterapéutica, es fundamental que el paciente identifique la causa de su distrés y la elimine. Ya luego habrá que realizar un análisis más profundo para identificar si hubo alguna razón, a nivel inconsciente, que predispusiera a la persona a ubicarse de determinada manera frente a los otros. La relevancia de esto último reside, básicamente, en llevar a cabo una labor preventiva que tenga por fin impedir la posible repetición y lograr un cambio en la posición de ese sujeto frente a la vida. 

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